Decir no nos hace sentir incómodos, pero si aprendemos a decir no, podemos recuperar el control de nuestra vida. Con demasiada frecuencia decimos que sí a cosas que no queremos.
Creemos que siempre tenemos que decir sí a las oportunidades. Tememos que decir no nos haga perder dinero, diversión y otras experiencias. Sin embargo, al decir siempre sí, no valoramos nuestro tiempo. Decimos sí a ciegas a todo lo que se nos presenta. A menudo no consideramos que decir “no” sea una habilidad o algo esencial para el éxito y la felicidad.
Si estamos en el trabajo y nuestro jefe nos pide que entreguemos un informe antes de que acabe la jornada, decimos: “claro que sí”. Eso interrumpe nuestro trabajo y muchas veces nos obliga a dejar de lado otras cosas.
Decimos que sí en nuestra vida personal todo el tiempo. Cuando nuestros amigos nos invitan a salir mientras tenemos otras cosas que hacer, decimos que sí. Les hacemos un favor a nuestros amigos o conocidos, sin pensarlo. Incluso decimos que sí a cosas más importantes que no queremos. Por ejemplo, aceptamos trabajos que no nos gustan o iniciamos relaciones con personas que no amamos.
¿Por qué hacemos esto? Tenemos miedo de decir no, de decepcionar a los demás y, en definitiva, de evitar la confrontación. El estrés de decir no a menudo nos hace decir sí automáticamente. Cuando decimos sí de mala gana, nos quejamos o nos culpamos a nosotros mismos: “¿Por qué no pude decir simplemente que no?”.
Una de las razones por las que nos resulta difícil decir que no es porque queremos ajustarnos a las expectativas de los demás. A veces tenemos que tomar decisiones que influirán en el resultado de nuestra vida. En esos casos, no hay que tener miedo a decir que no. Cuando los padres esperan que sus hijos vayan a la universidad, los niños suelen ceder a la presión. Todos somos únicos y tenemos cosas que queremos de la vida, por lo que pedir a la gente que haga algo que no le gusta no es justo (por mucho que lo desees). Si no quieres ir a la universidad por una buena razón, entonces no te inscribas. Tenemos que seguir nuestra pasión y hacer nuestro propio camino.
Maneras de decir no
No es un crimen decir que no. Tus amigos y familiares lo entenderán, seguirán preocupándose por ti, incluso cuando no puedas asistir a determinados compromisos sociales. Y si tus amigos no lo entienden, probablemente sea el momento de buscar nuevos amigos. Cuando realmente nos preocupamos por alguien, seguiremos preocupándonos por él si falta a una actividad. Además, cuando se trate de un trabajo, di no a todo lo que no sea esencial para tu trabajo. La gente te respetará por hacer tu trabajo y no perder el tiempo en reuniones y pausas para el café. Aquí tienes 4 formas de decir que no, inspiradas en el libro Essentialism de Greg Mckeown .
1. El “no” indirecto
Comenzar a decir que no puede resultar incómodo. La mayoría de las personas prefieren comenzar con un enfoque indirecto. En tu vida personal, puedes decir: “Mira, quiero tomar algo contigo, pero tengo que trabajar en este proyecto porque es importante para mí”. Cuando comiences a decir que no con más frecuencia, está bien poner excusas para evitar decir que sí. Ese es el objetivo principal cuando comienzas a decir que no. No quieres hacer algo, así que encuentra una manera de decir que no sin sentirte incómodo.
2. “Déjame ponerme en contacto contigo más tarde”.
Muchas veces nos sorprenden las invitaciones o las solicitudes de las personas y sentimos la presión de responderlas de inmediato. La próxima vez que te tomen por sorpresa, ya sea por teléfono o en persona, diles: “Tengo que mirar mi calendario, déjame volver a hablarte sobre eso”. Otra opción es decir que primero tenemos que hablarlo con nuestro cónyuge o familia antes de poder responder.
3. El condicional “Sí”.
No siempre tienes que decir que no. Cuando tu jefe te pide que recopiles información antes de que acabe el día, no puedes decir que no. Lo que sí podemos hacer es obligar a nuestro jefe a priorizar. Si trabajas en ventas, por ejemplo, puedes decir: “Puedo darte la información, pero eso significa que no puedo hacer las diez llamadas que acordamos hoy. ¿Está bien?”. Con este sí condicional, obligamos a las personas a priorizar. Demuestra que tienes otras cosas entre manos.
4. El “no” directo
Una vez que te sientas cómodo diciendo no con más frecuencia, puedes dar el paso definitivo para dominar el dicho no. Damos excusas a la gente para explicar por qué no podemos hacer algo. Decimos que no podemos almorzar porque tenemos una “cita con el médico”. Nos sentimos socialmente incómodos simplemente por decir: “No puedo preparar el almuerzo esta semana”. Cuando hayas dominado el dicho no, dejarás de dar excusas y comenzarás a decir no con firmeza. La práctica hace al maestro.